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Ese día salimos tarde del colegio porque nos quedamos preparando “el pregón”, que es la forma en la que los teresianos de Enrique de Ossó llamamos a la celebración por el día de Santa Teresa. Nunca me imaginé lo mucho que me iba a involucrar en su fiesta: desde preparar la canción que ponemos todos los días a la hora de entrada, hasta organizar los “cuartos de hora” para los más pequeños y la obra con el mensaje que nos trae cada año.

Estaba caminando por el pasillo cuando la vi a lo lejos, sentada junto a un árbol de mango. ¡No lo podía creer! El cansancio me estaba haciendo ver visiones. Aunque fuera solo mi imaginación, no podía desaprovechar la oportunidad de hablar con ella.

—¿Eres Teresa? ¿Qué haces aquí?

—Estoy buscando la paz y la quietud; además, allá junto a la carreta hace un poco de calor —respondió con una sonrisa—. En medio del bullicio y la actividad, es fácil perderse, pero en la soledad encuentro a Dios —me dijo mientras se acomodaba el hábito café.

—¿Y tú? —me preguntó—. ¿Qué te trae tan tarde al colegio?

—Estamos preparando el pregón —le expliqué.

—Ah, sí, la celebración de mi día. Me encanta cómo, a pesar de los años, siguen recordando el día en que al fin me encontré con el amigo Jesús. Puedo ver con cuánto cariño lo preparan, pero sobre todo lo que deja en el corazón de los jóvenes y niños que participan.

—Pero no olviden que la verdadera celebración es en el corazón. «El corazón es la morada donde habita Dios».

Asentí, sabiendo que tenía razón. Aproveché para preguntarle:

—¿Qué consejo nos darías a los jóvenes de hoy?

—Vivan con pasión y determinación —respondió—. No tengan miedo de ser vulnerables y auténticos. Y recuerden que «la verdadera libertad se encuentra en la obediencia a Dios».

Extendió la mano y tocó mi corazón diciendo:

—La felicidad se encuentra dentro: no en las cosas materiales ni en la aprobación ajena, sino en la relación profunda con Dios y con nosotros mismos. Tratar de amistad con Jesús es fundamental para encontrar dirección y sentido en la vida. Busquen el encuentro con Dios y déjense en sus manos, que es lo más acertado en todo.

—Rodéense de personas que los apoyen y los inspiren a crecer. Yo tuve amigos muy buenos que me ayudaron a entender mi propósito de vida, me aconsejaron y me animaron. En mis tiempos, el papel de la mujer se limitaba a la casa o al convento, y tenía pocos derechos. Mi compromiso con la fe me llevó a reformar el Carmelo y a escribir libros. La mujer tiene un papel fundamental en la sociedad, y ustedes pueden ser el cambio que el mundo necesita.

Me sentí inspirado por sus palabras.

—Gracias, Teresa —le dije, no sin antes tomarme una selfie con ella. ¡Si no lo publico en Insta, no me lo van a creer!

—De nada —respondió—. Recuerda que solo el amor da valor a todas las cosas, haciendo todo con amor hasta los más sencillo se vuelve grande.

Con esas palabras, se desvaneció en la brisa de la tarde, dejándome con una sensación de paz y alegría.

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