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Mis papás cumplieron 50 años de casados el mes de abril. Mi imaginario aún no logra nombrar la emoción que siente, pero sí sé que tiene que ver con el amor y la paz.

Es maravilloso ver cómo dos personas hoy y después de 50 años siguen manteniendo su SÍ al amor, al amor de pareja, al amor a su familia, hijas, yernos, nietas. Sé que no ha sido fácil, que ha habido altibajos e incluso presiento que también desamor. Pero pese a las adversidades, las malas rachas, la enfermedad, deciden por amor seguir juntos y seguir construyendo, seguir siendo pareja, amigos, cómplices y así, darse la mano y hacer camino. Han sabido darle la vuelta a las barreras para avanzar, han apostado por la fuerza del amor y con base en el amor de Dios siguen y hoy siguen con más paz, escucha, entendimiento y sí, también con discusiones propias de la convivencia diaria. Pero ellos dicen que ha valido la pena al ver la familia que han construido.

El amor es un compromiso de cada día y se debe de alimentar. Como a una plantita darle lo necesario día a día, no mucho, no poco, agua, sol, abono y también amor.

El amor desde tiempos muy remotos ha sido y sigue siendo el motor de vida de todos.

A pesar de ser un tema del que todos platicamos, algo que todos deseamos y creemos conocer, en realidad es complicado hablar y definirlo.

Primero comenzaré diciendo algo que aprendí en estos días: el amor no se puede clasificar como una emoción o un sentimiento pues supera las barreras que definen a estos ya que una emoción o un sentimiento está condicionado a un estímulo externo, y el amor, el amor simplemente se siente, se manifiesta de manera sublime y perdura.

Hablar de amor y desamor me lleva a hablar de mi amor propio y del amor a Dios, ya que todo comienza desde ahí, es decir: si yo sé amarme, sabré amar a Dios y si yo amo a Dios tengo la capacidad de amar a otros, si los dos primero no están bien podré decir que ¿amo a mi semejante? ¿A mis amigos? ¿A mi pareja? Yo creo que no, podré tener un sentimiento desde mis carencias y necesidades, el cual no será ese estado sublime y trascendental que da el amor. 

El amor a uno mismo es el que más cuesta, ya que requiere de un constante reconocimiento de nuestras luces, talentos, de quienes somos, de nuestras fortalezas y cualidades que nos hacen únicos. Así como conocer nuestras sombras, aceptar nuestros puntos débiles y trabajar en ellos, con el deseo de ser mejores, de no quedarnos con un “así soy”. Es descansar en Dios, reconocernos en Él, con y para Él. Una vez logrado hay que mantenerlo, reforzarlo y a partir de ahí será pan comido y nos permitirá amar al prójimo, a nuestra familia, nuestra pareja, nuestros amigos, desde la esencia del amor.

Y ¿qué es el amor propio?, es importante saberlo para poder practicarlo: Se habla de amor propio en referencia a la aceptación, el respeto, las percepciones, el valor, los pensamientos positivos y las consideraciones que debemos tenernos. Es un sentimiento que debemos ser capaces de reconocer hacia nosotros mismos. Es apapachar el corazón y el alma. Es admirarnos y agradecernos por todo lo que somos, hacemos, soñamos, por el camino andado. El amor nace en parte por la admiración y desde el agradecimiento, siendo el amor y el agradecimiento dos de los ingredientes claves para la trascendencia. Pero esto normalmente lo traspasamos a alguien más y yo hoy te pregunto ¿te admiras y te agradeces? ¿Te reconoces a ti mismo, eres agradecido contigo mismo todos los días?

Como lo mencioné el amor verdadero radica en Dios, dejándolo habitarnos para así amarnos y aún en la adversidad de algún desencanto o ruptura no perder el amor ni la paz ni la valentía de seguir adelante.

Pensar en desamor en automático nos lleva al área de la pareja, pero el desamor se puede sentir con los amigos, los maestros, la familia, incluso hasta las mascotas, el trabajo y, de la misma forma conecta con un corazón roto ya que “alguien más me lo rompió». Hoy tengo la fiel certeza de que si padecemos desamor se debe a las expectativas que ponemos en las personas o situaciones y a que dejamos que los sucesos que nosotros mismos permitimos nos lleven a ese sentimiento negativo.  

Siguiendo el significado de la palabra desamor, esto se trata de un proceso de desvinculación con la otra persona que es necesario para afrontar un nuevo futuro.

El desamor más grande que podemos sentir es a nosotros mismos, ¿cómo puede ser eso, eso existe? Sí, sí existe en el momento que no me valoro, que dejó que los demás decidan por mí, en la medida en que no pongo límites claros, que me preocupo más por los demás antes que por mí, cuando antepongo mi felicidad, o hago lo que otros me piden, no me estoy amando y quizá son hábitos que tenemos muy arraigados y sin darnos cuenta experimentamos nuestro propio desamor. Es importante darnos cuenta de las cosas que hemos normalizado que nos hacen daño, de lo poco que nos valoramos o creemos en nuestras capacidades.  En el momento que nos damos cuenta de este desamor, se puede trabajar y experimentar el amor propio

El desamor en cualquier tipo de relación (llámese de pareja, amistad, familiar incluso laboral) que termina, en un primer momento es el resultado de, como ya lo mencioné, las expectativas que hemos puesto en el otro y la relación.  El desamor es también el resultado del miedo al abandono, a perder a aquel ser o aquello que considerábamos nuestro, el perder lo que me daba o creía que me daba la otra persona; seguridad, confianza, cuidado, confort, respaldo, escucha, etc. lo que sentía estando con aquella persona.  Aquello que YO solía darle y ser con esta persona o lugar. Esa es la clave del dolor, del duelo y por ende del desamor, al terminar una relación dejó de ser en función al otro. 

Desde mi perspectiva el desamor, es la etapa de quitarme la venda de los ojos ante algo o alguien que ya no funciona o suma en mi vida. Duele ya que no nos han enseñado a trabajar el desapego y al final hemos puesto muchas expectativas y esperanzas en eso que deseábamos fuera real, funcional, nos sumara y fuera para siempre.

Para mí, parte del amor y desamor tiene que ver con el ser y el querer ser, con pertenecer y hacer cosas que muchas veces no van con nosotros, pero que hacemos para ser parte de algo, de un grupo, para sentirnos aceptados por amigos, pareja o en el trabajo.  En la medida en que trabajamos en el amor propio tendremos claro qué es aquello que es real y que hacemos o dejamos de hacer desde la conciencia y el corazón. Sin sentir una presión por hacerlo y de esta manera lograr encajar o que alguien nos ame. 

Muchas veces pasa que cuando termina una relación del tipo que sea, solemos tener argumentos tales como: “y todo lo que hice por él/ella, por mis amigos, por mi trabajo,” “tanto que sacrifiqué o deje de hacer, no valió la pena”. Cuando llega ese sentir me conecta a haber hecho o dicho cosas que no iban con mis valores, creencias, con mis “SÍ” y mis “NO”, y estaban basados en el querer ser o incluso en el deber ser, no en mis convicciones, es por ello que el desamor duele, pues nos damos cuenta que en el fondo nos fallamos de cierta forma a nosotros mismos, a nuestros ideales.

Claro que también se siente desamor al terminar una relación que fue sana, por el amor que dimos y recibimos, por el cuidado, la forma en que nos ayudó a florecer, a ser una versión mejorada de nosotros mismo desde la paz y la luz, desde la compasión, la templanza, desde la virtud. 

Es desde el amor propio más fácil sanar y ver los aprendizajes de la situación, al final todo lo que vivimos es una lección para nuestra vida y aún en lo que pudiera parecer más adverso existen maestros y enseñanzas. Existe amor que nos da luz en nuestra vida y ganas de seguir amándonos, amar a Dios y amar al prójimo, construir relaciones de paz, de sabiduría, de amor. En el amor y desde el amor de Dios y el amor propio descansamos pues es agua en calma que sacia y refresca, es mansedumbre.

No duele el amor, no, lo que duele son las ganas de seguir en algo, lo que duele es la necesidad de estar con alguien, lo que duele es el fracaso, lo que duele son las ganas de darnos a otro/s, lo que duele es la necesidad de protección, de admiración. Duele el no poder compartir, duele el no tener donde depositarlo. Duele no tener con quien o en que compartirlo. Duele no ser amor con y en el otro.  Eso para mí es el desamor.

La clave de todo en la vida, saber vivir el momento presente de manera consciente, dejar la mente errante que va de un lugar a otro y no nos permite vivir el instante como único, no nos permite disfrutar el amor por temor a la pérdida, ni vivir el desamor el tiempo necesario por pensar en todos los posibles escenarios que pudieron ser para que no llegara.

La tarea es tener el valor de voltearme a ver compasivamente, sin juicios y amarme, ver mis luces, conocer mis sombras, respetarme, voltear a ver a Dios, enamorarme de Él y de mí como parte de Dios y de su infinito amor y así poder amar al otro, saber estar donde realmente quieres estar, en ese lugar y con esa persona o personas que te valoren, que disfruten y tengan ganas de tu compañía aún con silencio, que te admiren, respeten, acompañen, sean cobijo, que haya ganas, que seas parte de su día a día, que seas su elección siempre, donde y con quién seas equipo, y sume a tu vida. Y dónde y con quién tú seas capaz de dar y serlo de forma recíproca. Donde pese a las vicisitudes de la vida la apuesta sea al amor desde el respeto y desde el amor propio de cada uno. Y sí, también sentir tristeza si llega una ruptura, una separación y con eso, ese sentir del desamor y desde el amor propio saber afrontarlo sin abandonarnos, agradeciéndonos el habernos permitido vivir la experiencia y así también honrar lo vivido, aprender de este desamor, que sea un maestro de vida, aprender la lección para saber amarnos aún más.

Si el amor tuviera un sabor sería a helado de pistache y chocolate con mucho cacao que es más bueno y sano.  El desamor sería como pastel crudo por no darle el tiempo suficiente de cocción o no haberle puesto la medida exacta de algún ingrediente. El amor y el desamor serían el mar, con olas en calma, con olas grandes que si no sabemos brincar no arrastran, pero una vez que sabemos cuál es su ritmo y podemos saltarlas vuelve la calma y equilibrio, un mar al que hay que respetar.  

Para ti ¿Qué aroma, sabor o cosa serían el amor y el desamor?

Marcela Vaqueiro Arroyo, titular de 3o de preparatoria. Instituto Jassá

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