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“¿Tú también lo viste?”, “¡Sí!, había un camino con bolsas, uno rojo y otro azul”, “Nos tuvimos que agarrar de la cuerda, pero el agua nos llegaba hasta el cuello”, “También los vimos, estaban tirados”. Estas frases, las pude escuchar de niños y jóvenes, provenientes de distintos países, diferentes familias, niños y jóvenes que iban desde los 7 hasta los 15 años. Frases, de una de las experiencias más aterradoras y peligrosas que un ser humano puede vivir, y que ninguna persona, ni de esa edad ni de ninguna otra, deberían de experimentar.

“CAFEMIN”, es el lugar que acoge a cada una de las personas que tienen que vivir eso cada que existe la necesidad de salir de su país por diferentes razones: por buscar mejores oportunidades para sus familias, por buscar más seguridad, por miedo… Esta casa de acogida es el lugar que recibe con mucho amor y valentía a nuestros hermanos migrantes que luchan y arriesgan su vida cada que deciden buscar nuevas y mejores oportunidades de vivir.

Haber sido parte de las Misiones Teresianas 2025 “Corazón migrante”, me hizo darme cuenta, entre muchas cosas, que hay ocasiones en que muchas de las personas que nos rodean, únicamente quieren encontrarse con alguien que les dé un poco de su tiempo y los escuchen, sin decir nada, solo un poco de tiempo y escucha.

Al inicio de la misión, mi corazón y mi mente se encontraban en un estado de frustración muy grande, ya que lo único que quería era buscar una solución inmediata al problema de migración (incluyendo los problemas de pobreza, violencia, abandono) que por años han sido parte de nuestra realidad. Conforme pasaron los días, tuve la oportunidad de poder compartir tiempo y espacio con varios de los hermanos migrantes que estaban en ese momento en CAFEMIN. Y uno de los momentos más significativos, fue el haber intercambiado conversaciones profundas y tristes, con esos padres y madres de familia que dejaron todo lo que tenían, por ir a buscar un mejor futuro, que, aunque incierto, echaron todas sus esperanzas en una mochila y decidieron partir, de la tierra que los vio nacer y crecer (y quizás sufrir) por varios años.

Historias desgarradoras y fuertes hubo por montones, sin embargo, algo que no dejaba de sorprenderme era que, en momentos de agotamiento mental y físico, nuestros hermanos migrantes ansiaban volver a casa donde estaba su familia y que agradecían tanto el seguir vivos y tener a dónde volver, una vez que pudieran salir de México. Historias de mucha resiliencia y emociones fuertes se quedaron grabadas en mi mente y mi corazón, pero también fui testigo de historias de mucha valentía y muchas ganas de salir adelante.

Nuestros hermanos migrantes me dieron la oportunidad de conocer otra parte de ellos que tal vez hemos olvidado, porque lamentablemente, los adjetivos que acompañan a las personas que son “migrantes” no siempre son positivos y amorosos; Los migrantes son personas, personas como tú y como yo, con anhelos, sueños y con ganas de superarse día con día. Son personas con familias, grandes y pequeñas, con familias a las que les quieren dar nuevas y mejores oportunidades y realidades.

No estoy tratando de “romantizar” las vivencias de cada uno de ellos, porque también hay que ser conscientes, y lo soy, de que algunos de ellos, por distintos motivos y razones, han tenido que elegir otros caminos en los que se les obliga a delinquir o tomar otro tipo de acciones que no son buenas ni para ellos ni para sus familias, sin embargo, a lo que sí te invito es a poder ver el otro lado del hermano migrante, el lado que es bueno, noble y sensible; Mi corazón recuerda aquella máxima de Enrique que dice “Ser apóstol en el propio ambiente” y es eso justamente, tener un corazón generoso y fraterno, que aunque no podamos arreglar las injusticias del mundo en un día, sí podemos sembrar semillas y regalar nuestro tiempo, y escucha a aquellos que lo necesitan. Por “mínimo” acto que parezca, son actos que se agradecen, nutren y suman, aunque no seamos tan capaces de percibirlo.

CAFEMIN, es el lugar en el que la congregación de las Hermanas Josefinas, dan todo de ellas y ponen todo su amor para que día con día, nuestros hermanos migrantes puedan recibir un poco o un mucho de lo que perdieron al decidir salir de casa. Un agradecimiento enorme a todas las personas que alimentan y hacen que este proyecto siga de pie, apoyando y guiando a las personas que son parte de un sector tan vulnerable.

Mi más grande admiración y respeto para la hermana Magda, quien día con día es un ejemplo de valentía y amor por el prójimo.

¡Todo por Jesús!
Atte: Misionera y exalumna teresiana, Sofía Adame.

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