En las últimas semanas murieron dos hombres que, a su modo y en su contexto, fueron maestros en el arte de saber vivir. Uno, el mayor líder católico del mundo, argentino y futbolero. El otro uruguayo y ateo, líder guerrillero y conocido como el presidente más humilde del mundo. La partida de ambos ha dejado un hueco para muchos y muchas que los veían como faros en medio de un mundo que parece estar en penumbras. Francisco y Pepe Mujica, desde el sur de nuestra América, supieron vivir en plenitud ¿Qué hacemos con el espacio que dejan en nuestras sociedades?
Conviene mirar sus vidas en paralelo. En ellas resalta, primero que nada, la sencillez y el despojamiento con que vivieron su cotidianidad. A pesar de estar en “lo más alto”, no hicieron de esa posición un privilegio que los llevara a vivir en el lujo. Francisco en su humilde cuarto de Santa Marta, el Pepe en su chacra del campo uruguayo. Su libertad frente a las cosas materiales es, sin duda, una gran lección para quienes nos enredamos entre tanta cosa. Sería bueno reconocer con el Papa Francisco que “tenemos demasiados medios para unos escasos y raquíticos fines”. Parece que el arte de vivir pide una libertad interior que relativiza los medios en función de un fin mayor.
Otra cosa que llama la atención es su auténtica humildad. De nuevo contrasta con un mundo que nos pide que aparezcamos, que mostremos solo aquello que nos hace ganar likes y follows, aun si para eso tenemos que traicionar nuestro ser. Tanto Francisco como Mujica se muestra como hombres de una pieza. Imperfectos, como todo ser humano, algunas veces enojones, con juicios equivocados o exagerados, pero con claridad de quienes son, cuáles son sus opciones y qué es lo fundamental en la vida. Conviene recordar las palabras de Pepe, «Triunfar en la vida no es ganar. Triunfar en la vida es levantarse y volver a empezar cada vez que uno cae». Podemos decir que ellos supieron vivir desde aquella humildad teresiana que es fruto de andar en la verdad.
Un nuevo detalle que reconocemos en sus biografías es el lugar que tuvo en su vida la derrota. Pepe Mujica pasó 14 años prisionero por la dictadura militar de Uruguay. Francisco estuvo durante dos años en Córdoba, Argentina “castigado”, después de llegar a ser el líder máximo de los jesuitas en el país. Para ambos estas experiencias de oscuridad y derrota fueron la oportunidad de reaprender y repensar la vida, de mirar de frente sus demonios internos y hacer las pases con ellos. Sin aceptar nuestra oscuridad y sin reconciliarnos con nuestra sombra, no se puede caminar en la vida. Solo quien asume su limitación, la abraza y aprende a caminar con ella, reconoce la fuente de vida que en ésta se esconde.
Como último elemento, pongamos nuestra mirada en que ambos, a su manera, tenían una profunda fe en la humanidad. Ellos compartían una esperanza en que la vida y el porvenir se construyen en conjunto y no dependen de una persona o grupo – son necesariamente comunitarios. Su liderazgo no fue el de los líderes todo poderosos que tanto están de moda. Se sabían uno más, importantes y necesarios, pero parte de un todo. Afrontaron con seriedad y responsabilidad los cargos que desempeñaron y supieron ubicarse con perspectiva histórica, sin absolutizar el ahora. Su esperanza, así, no se basa en su persona, su obra o su fuerza. Su centro no son ellos mismos, sino algo mayor que moviliza sus sueños y esperanzas.
Podríamos hablar también de su mirada responsable con la casa común, de su valentía para denunciar las injusticias o de su alegría y buen humor. Quedémonos ahora con estas cuatro características para mirar sus vidas: libres interiormente, con humildad, reconciliados consigo y esperanzados. Esta rápida mirada muestra su maestría en la vida y explica por qué muchos y muchas nos sentimos huérfanos ahora que ya no están.
Sin duda su partida deja un espacio que difícilmente será ocupado. Pero quizá valga la pena pensar, más que en llenar espacios, en aprender de ellos el arte de saber vivir. Como hijos de su tiempo supieron enfrentar los desafíos de la vida y actuar a la altura de las circunstancias. Nuestro desafío ahora no es repetir su vida, sino iluminar la nuestra para saber construirla con libertad, humildad, reconciliación y esperanza. Tal vez sea este el mejor homenaje para estos grandes maestros en el arte de saber vivir.
Juan Carlos Zavala Jonguitud SJ
Toby SJ