Comparte

Muy de mi tierra son los famosos carnavales, esos días de algarabía, fiestas, disfraces, baile y movimiento. Cuando era pequeña recuerdo que unos de mis pensamientos era el por qué la gente se ponía máscaras sin poder ver sus rostros… Ese recuerdo y una canción de mi adolescencia donde dice: “Enfermedad de nuestro tiempo, para esconder los sentimientos, al salir, la gente usa máscara, cubre así el rostro de miedo” me llevó muchos años entender lo que a veces nos sucede cuando no sabemos reaccionar ante situaciones que no sabemos manejar; o cuando existe la falta de conocimiento de sí, hay respuestas que damos sin la conciencia plena de nuestras emociones.  

El conocimiento propio es un valor teresiano, en la vida de Teresa de Jesús fue importante este tema, ella misma señalaba: “Jamás nos acabamos de conocer, sino procuramos conocer a Dios (1M 2,9). El conocimiento parte del conocimiento de Dios “poner los ojos en el centro, que es la pieza o palacio adonde está el Rey”

Puede pasar cierto tiempo, años y quizá la vida entera sin saber quiénes somos, o lo contrario, estar en esa búsqueda de conocimiento propio que me facilita el camino hacia donde Jesús quiere que esté. Somos seres en proceso, en constante movimiento y dinamismo. Suena admirable cuando nos damos cuenta lo mucho que hemos crecido en ir descubriendo y desarrollando cualidades, aptitudes y competencias. Realmente el conocimiento propio es el piso del escenario que hace que se proyecte lo mejor que tenemos en nuestro interior. Es una maravilla saber quiénes somos para que haya una respuesta hacia dónde vamos, sobre todo, cuando estamos en esa etapa donde vamos discerniendo nuestra vocación, ese camino donde nos preguntamos: ¿Hacia dónde? O donde nos podemos preguntar: ¿Dónde ser más feliz? 

Para un adecuado discernimiento en materia vocacional es muy importante saber que hay apoyos que nos pueden fortalecer en este tema, por ejemplo, está la vivencia de un proceso terapéutico. Recurrir a un Psicólogo/a o Terapeuta nos facilita el camino de crecimiento, es la vivencia de tener un espejo frente a uno/a para trabajar la propia vida, mirarla como historia sagrada e ir recuperando con mayor lucidez el camino ya recorrido para vivir con mayor claridad, conciencia y así ser responsable de las decisiones que se tomen en cualquier tema de la vida.  

Así que ¡Manos a la obra! Si estás en este camino de autoconocimiento, llevar un proceso terapéutico puede ser un gran aliado para conocerte mejor, afianzar la seguridad emocional y mirar el horizonte con la firmeza de saber quién eres y hacia dónde quieres ir. 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *