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Considero que una de las características más importantes y que han facilitado mi desarrollo personal y espiritual dentro del carisma teresiano, ha sido conocer y crear vínculos con personas increíbles que, como yo, tienen muchas dudas y un deseo de hacer un cambio en sí mismos y su sociedad; con ellos y ellas he podido conformar una comunidad que mediante constantemente me enseña cosas nuevas, me motiva e inspira. 

Si bien como seres humanos somos individuos con libertad y autonomía, ciertamente somos seres sociales, y vivir en comunidad ha sido algo que se ha hecho a lo largo de la historia, sin embargo, dentro de mi espiritualidad, puedo decir que el mismo Jesús me ha invitado a participar en “grupos de vida” que no sólo sean un lugar de confianza, sino agentes de cambio; retomando la vida de Jesús, una de las primeras cosas que hace una vez comienza su vida pública es buscar a sus discípulos para que además de acompañarlo, le ayuden a lograr su misión en la tierra. De la misma manera, y haciendo un paralelismo con mi vida teresiana la materialización de muchos proyectos con los que soñaba y tienen la finalidad ya sea incidir en la sociedad, o un desarrollo personal y espiritual, no veo que hubieran sido posible si no fuese por la comunidad que me acompaña, y así mismo, mi comunidad se va expandiendo gracias a las coincidencias dentro de estas experiencias detonantes, como han sido misiones, MTA, hiking teresiano, taller de sentido de vida, y demás actividades. 

Inclusive durante la pandemia, que imposibilitó el encuentro presencial con básicamente todo el mundo, la presencia de mi comunidad se hizo presente, haciendo todo lo posible por mantener el contacto mediante reuniones virtuales, donde se abrían espacios de juego, introspección, conversación, y oración, todo sintiéndose como un abrazo al corazón cuando el contacto físico estaba prohibido. Cuando, finalmente se pudieron retomar las actividades presenciales, me causó mucha alegría ver que, a pesar de la pausa de casi dos años, seguíamos los mismos y que poco a poco se han ido tejiendo nuevos lazos.

Por otro lado, creo que el compartir la vida en comunidad es valioso pues no sólo me ha brindado un cálido acompañamiento ayudándome a lograr mis objetivos; también por la diversidad de las personas con las que me he topado, cada una viviendo procesos diferentes y viniendo de una historia y contexto únicos, lo que me ha permitido enriquecer mi perspectiva sobre la vida y desarrollar nuevas habilidades. Al final, funcionando todos como un rompecabezas, donde cada pieza es única, diferente a las restantes y ayuda a completar una imagen mayor.

Para concluir, quiero reflexionar en que, a pesar de que trabajar en comunidad, es muy enriquecedor y facilitador para lograr metas en común, hay momentos en que alejarse para estar en silencio y discernir es necesario, así como Jesús hizo retirándose al desierto, o como los jesuitas proponen en sus ejercicios espirituales. 

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