“Si en medio de las adversidades persevera el corazón con serenidad, con gozo y con paz, esto es amor". Teresa de Jesús
¿Quién no ha experimentado ese sentimiento de falta de fuerzas para seguir en el camino cuando las cosas se complican? Ver que los obstáculos son muy difíciles de vencer o las metas imposibles de alcanzar nos hace desanimarnos.
Normalmente surge cuando enfrentamos repetidos fracasos o simplemente no avanzamos en aquello que nos proponemos. Todos lo hemos experimentado alguna vez, desde pequeños, cuando no conseguíamos ser buenos en algún deporte a pesar de practicarlo mucho o de mayores al no sacar las calificaciones esperadas después de dedicar tiempo al estudio.
Pero el problema no está en sentirnos abatidos ante los fracasos, está principalmente en mantenernos en ese estado de ánimo que no nos deja avanzar y nos hace perder la fe en nuestras propias fuerzas.
Aquí es cuando necesitamos de ese empujón que nos ayude a seguir a pesar de que todo parezca estar en contra.
No pierdas de vista la meta. Es fácil desanimarse cuando nos enfrentamos a los obstáculos de cada día y más que avanzar parecemos retroceder.
Nos sentimos agobiados y sobrepasados por las ocupaciones perdiendo de vista lo más importante ¿cuál es el fin de esto que hago? ¿a dónde quiero llegar?
Teniendo claridad en los objetivos tendremos más fuerzas para «luchar como fuertes hasta morir en la demanda».
Habla en positivo. A veces el principal enemigo somos nosotros mismos. Hemos aprendido a externar nuestras debilidades y nos llenamos de frases y pensamientos negativos. Los expertos recomiendan programar nuestra mente con palabras de ánimo como «Lo voy a lograr, esto es solo un obstáculo». Analiza en qué medida usas frases de aliento o desaliento y si estas últimas son más ¡proponte cambiarlas!
Rodéate de gente que aporte. Rodearse de personas optimistas y que compartan tus mismos ideales ayuda a mantener el ánimo. Saber que hay otras personas trabajando por lo mismo que tú ayuda a mantenerse firme y tener apoyo en caso de necesitarlo. En ocasiones es importante pedir ayuda, delegar o distribuir las responsabilidades. Pregúntate, ¿en quién me puedo apoyar? Un consejo, una palabra de guía o las experiencias de otros también pueden ayudarnos.
Enfócate también en los pequeños pasos. A veces nuestras metas son tan altas que es difícil notar los pequeños avances. Tal vez no has llegado a donde te proponías pero seguramente ya no estás donde empezaste. Mirar el camino recorrido, por más corto que sea, es camino andado y como la tortuga de la fábula que le ganó a la liebre en la carrera, ¡más vale constancia que rapidez!
Mantén la fe. La oración es de especial ayuda en esos momentos de desaliento; es el espacio ideal para encontrarnos con el Dios que habita en nosotros que nos anima y abraza cuando más lo necesitamos. Así como el alimento fortalece el cuerpo, la oración nos llena el alma y fortalece nuestro espíritu.
Así nos lo recuerda Teresa:
«Nada te turbe, nada te espante todo se pasa,
Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza,
Quien a Dios tiene nada le falta sólo Dios basta».
ENAN. Mérida, Yucatán, noviembre 2024