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Michel Retama

Entiendo la vocación como un tipo de llamado para hacer algo… pues bueno, no siempre esta voz fue tan clara para mí. El discernimiento sobre la vocación, hablando desde mi experiencia, no es sencillo. Para mí significó aciertos y errores, a veces creo más los segundos; hoy lo digo sin pena, porque quien no intenta no se equivoca, pero tampoco aprende. Y aunque como te decía, este llamado no siempre fue tan claro, siempre fui curioso del porqué del mundo, de las cosas, del ser humano.

En un principio quise estudiar biología, sin embargo, conocí a una maestra que me mostró la filosofía y entonces quise estudiar filosofía. Terminada la preparatoria comencé a estudiar filosofía, pero me di cuenta que no era para mí. Comenzaba a preguntarme sobre por qué la gente hace lo que hace… comencé a estudiar psicología. Uno pensaría que terminada una licenciatura todo está claro, no es así. Casi al concluir la carrera me di cuenta que tenía que pensar a qué iba a dedicar mi vida.

La vocación, el sentido de vida, no es algo que se construya de una vez y para siempre. Cuando crees tener algunas certezas tocan a tu puerta otras preguntas ¿cuál es el camino? ¿Qué es lo que tengo que hacer? ¿por qué estoy aquí?

Como algo casi accidental (cada día me pregunto con más fuerza el papel del azar, de la suerte), comencé a trabajar con personas que experimentaban diferentes formas de violencia. Después de algunos año comencé a trabajar con victimas del crimen organizado, asesinato, secuestro, extorsión, y otras, y aunque no creo que se pueda comparar el dolor experimentado por cada una estás forma de violencia, entre todas ellas para mí la más impactante fue escuchar a una abuela que buscaba a su nieto desde hacía ya varios años y que nadie la ayudaba; a una mujer que buscaba a su marido y que se preguntaba todas las noches que daría de desayunar  a sus hijos pues su marido era el principal soporte económico. Entonces supe que tenía que hacer algo por quienes viven la desaparición de un ser querido.

Creo que entonces viví un segundo momento de eso que llamamos vocación, la búsqueda de aquello que nos hace sentido, de ese lugar desde donde pensamos que podemos hacer una diferencia. Llegar ahí ha sido complejo, costoso y en ocasiones doloroso, porque el dolor ajeno también nos ocupa. Comencé a trabajar con colectivos de familiares de personas desaparecidas; he acompañado varias de las acciones que realizan como la Brigada Nacional de Búsqueda y puede ser parte de la constitución de un grupo de psicólogos y terapeutas llamado Tejedores que brindan apoyo y acompañamiento emocional.

Entre los colectivos tienen una frase icónica Buscando nos encontramos, hace alusión a cómo en la búsqueda de sus tesoros perdidos (así lo refieren ellas) se encuentran con otras personas que comparten la misma lucha. Recientemente, estos familiares me enseñaron que el Buscando nos encontramos, también tiene que ver con el encontrar nuestra propia humanidad en la empatía, la solidaridad y el amor por los demás.

Además de esto, hoy tengo la oportunidad de trabajar con jóvenes y creo que esto es una fortuna la oportunidad de acompañarles en momentos complicados y de confusión que son parte de la vida. Pero también he encontrado la esperanza de descubrir en ellos el chance de construir nuevas posibilidades.

Cuando pienso en qué es para mí la vocación reafirmo que es un llamado, un camino que se construye todos los días, se llena de contenido y que implica la búsqueda constante de aquello que da sentido a nuestras vidas y que con suerte esa búsqueda hace que nos encontremos con otros y finalmente con nosotros mismos, con aquello que nos hace humanos y nos hermana con otros.

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