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Quiero compartir contigo a quien no conozco, pero pido por tu bien-estar en la vida, un tema que en estos tiempos de crisis complejas y con repercusiones mundiales considero importante: la amistad. Estamos en un mundo casi roto, el casi es porque siguiendo con la imagen bíblica de la esperanza, aunque todo parezca perdido, siempre estamos en las manos de Dios, por lo que la muerte no es el fin, siempre vendrá un nuevo amanecer. Este amanecer no es producto de ilusiones, acontece cuando nuestras manos se hacen solidarias y salen a transformar el mundo.

Este mundo casi roto se encuentra así por nuestras acciones o nuestras indiferencias, tal como el papa emérito Benedicto XVI lo expresa en los siguientes términos “Los desiertos exteriores se multiplican en el mundo, porque se han extendido los desiertos interiores”, es tiempo para preguntarnos por cuáles son nuestros desiertos, la soledad, la depresión, el malgenio, los objetos, el afecto… nombra el tuyo. Cada desierto es un espacio para crecer como persona, para adentrarnos y descubrir los oasis que los habitan, descubrir nuestros desiertos nos acercan a los otros/as, todos caminamos entre espacios donde gestamos la muerte y en ellos la vida.

Creo que la amistad puede sanar este mundo casi roto, porque la amistad nos acerca, nos humaniza, nos pone a caminar juntos para el bien común. Teresa descubre que una de sus batallas consigo misma se encuentra en el mundo afectivo y es justo allí con sus amigos más cercanos donde encuentra momentos de lucidez, las palabras con amor y verdad le permitieron crecer. Sus amigos/as les ayudaron a mirar sus fragilidades sin miedo, acogerlas y sanarlas… ¿para qué te juntas tú con otros/as?, la amistad ha de ser un espacio sincero para mostrar las miserias y grandezas del propio corazón.

Esta amistad es un reto, para ti y para mí, porque es difícil estos encuentros a corazón abierto, que implica la confianza, cuidarnos las espaldas; Teresa contaba con un grupo pequeño de amistad de este tipo, nuestro reto es ser nosotros esa mano amigo, esa espalda que cuida y cubre, ofrecer esta amistad profunda. También, te escribo para que reflexionemos acerca de las relaciones que vamos construyendo, la vida que vamos tejiendo, hay tanta gente que se siente sola/o… y nuestra humanidad nos conecta, vivimos muchas experiencias que nos permiten sentir empatía, acercarnos, darnos la mano.

No seamos como los grandes hombres religiosos que pasaron cerca del herido y siguieron sus caminos, seguramente con sus razones, no les juzguemos, seamos como el buen samaritano, que pienso vivió la experiencia de la mano desinteresada y desconocida que ayuda en momentos difíciles. Seamos como Teresa, amiga que va curando las heridas y nos muestra lo mejor de sí para darlo en este mundo herido, pero no muerto, ni agonizante.

Mi oración contigo que lees.

Dayra stj

 Benedicto XVI, “Homilía en el solemne inicio del ministerio petrino” (24 abril 2005): AAS 97 (2005), 710.

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